DEL COMUNISMO AL CON$UMI$MO

De los tiempos de la austeridad maoísta, no queda nada. Ahora, la China es un monstruo consumista que devora todo lo que se le ponga delante: autos, ropa, software. Pero esta bonanza trae riesgos antes impensables en ese país. Y, de paso, una casta de nuevos ricos nadita comunistas.


LA CHINA QUE NO VIO MAO. Televisores a colores y pantalla plana, fanáticos de rock, automóviles de lujo y computadoras personales. Vientos renovados soplan en el gigante asiático.



@ Wang. Así quiere llamar a su hijo el señor Wang, un chino apasionado por la internet. Pero los responsables del registro civil de la ciudad de Zhengzhou se niegan a admitir un @ (arroba) en sus libros alegando que la ley prohíbe símbolos o cifras como nombres de los ciudadanos. De hecho, ni siquiera se permite que un nacido en China tenga un nombre formado por letras del alfabeto latino. Pero el señor Wang insiste. Y no solamente por su afición a la red de redes, sino porque el @, cuando se traduce al chino, suena de forma parecida a la frase "
te amo"
.

Un @ Wang viviendo por ahí sería la ironía perfecta para una nación que hace tres décadas solamente miraba hacia dentro, mientras el mundo giraba locamente a su alrededor. Tiempos pasados. Hoy, China es el segundo país con más cibernavegantes en el mundo, por detrás de Estados Unidos, y se calcula que para el 2005 contará con más de 300 millones de usuarios conectados a internet. La China globalizada de hoy, con la que nunca soñó Mao.

Globalizada y, por supuesto, adicta al consumo. China es un mercado apetecible para productos de todo tipo. A la fecha hay más de 306 millones de abonados a celulares, cifra que se incrementa a razón de 1,3 millones a la semana. Y a pesar de un fuerte recorte en las ventas de automóviles durante los últimos meses, se espera que en los próximos quince años al menos 100 millones de familias chinas adquieran uno, convirtiendo al gigante asiático en el número uno del mercado automotor, según da cuenta un informe de la Agencia de Noticias estatal. No es lo único. Con el rápido crecimiento de ventas de computadoras personales y de internautas, los analistas predicen que China será el principal mercado de juegos electrónicos para el 2007.

Esta revolución consumista también ha llevado a China a convertirse en el paraíso de los productos piratas, como los DVDs (en eso sí que nos parecemos). El incumplimiento de los derechos de propiedad privada es tan desenfrenado que la Cámara de Comercio de Washington, a miles de kilómetros de distancia, pidió redadas para restringir la venta de mercancía falsificada, pues los productores norteamericanos aseguran haber perdido dos mil seiscientos millones de dólares en apenas un año.

En medio de esta fiebre del mercado, también existe espacio para los artículos de lujo, a los que solamente los más adinerados acceden. Sí, la China comunista, la de la dictadura del proletariado, donde todos debían ser iguales, por propia voluntad o a la fuerza, ha cedido al placer del shopping de alto "
level"
, esa cacería de la distinción.

"
La gente compra por una cuestión de status, porque le gusta mostrar que tiene dinero"
, dice al diario español El País Felicia Deng, portavoz del fabricante francés de relojes, joyas, lapiceros y encendedores Cartier. En el gigante asiático el lujo es ahora aceptado. Y la demanda es tan fuerte que las marcas transnacionales se encuentran en proceso de crecimiento. La misma Cartier posee dos tiendas en Beijing, la capital, y para lo que resta del año ha previsto abrir nuevos locales en Shanghai y otras ciudades.

Si hablamos de autos, General Motors, que espera abrir 11 concesionarios para finales del 2004, va a comenzar a ensamblar localmente algunos modelos de su marca Cadillac, que se venderán al doble de lo que cuestan en Estados Unidos. Rolls- Royce calcula que venderá 50 unidades en lo que resta del año, mientras que Jaguar (el de Mufarech) abrió en junio su primer concesionario y se aguarda la llegada de Aston Martín para el 2005.

Tres grandes áreas urbanas, el Gran Beijing, el Gran Shanghai y el Gran Guangdong, que agrupa a Guangzhou –el antiguo Cantón–, a Hong Kong y a Macao, con una población conjunta de cerca de 60 millones de habitantes, acaparan la mayor parte de las ventas de autos. En ellas vive la mayor parte de los cerca de 12 millones de millonarios y 50,000 multimillonarios que disfrutan de la apertura China. Una nueva clase que comenzó a emerger hace una década aproximadamente, ansiosa por demostrar su boyante condición, a diferencia de los más de 800 millones de habitantes de las zonas rurales. El que puede, puede.


El otro lado de la felicidad

Noviembre del 2002. El entonces presidente chino Jiang Zemin, en el XIV Congreso del Partido Comunista de China, en un discurso impensable treinta años atrás, alaba al capitalismo. "
Los empresarios emprendedores que labran sus fortunas con su propio esfuerzo deben ser admirados por nuestra sociedad"
, señala.

Pero este viraje –que ha terminado derivando en un consumo desatado– trae consigo serios problemas. El centro de Beijing literalmente se oscurece en pleno día debido al humo que arrojan los automóviles que por allí transitan. La prensa estatal reporta que al menos el 75 por ciento de los residentes de Beijing sufren de mala salud, siendo el smog un factor decisivo.

Pan Yue, vicepresidente de la Administración Estatal para la Protección Ambiental de China, ha calificado de "
insostenible"
el crecimiento de la economía de su país. El problema es la severísima contaminación, tema que preocupa a las autoridades y que ya empezó a discutirse en las altas esferas del Estado. Así, en palabras del dirigente, "
es importante lograr que la población china no imite los hábitos de consumo de occidente para evitar que se repitan los errores del desarrollo industrial occidental en los últimos 300 años"
. ¿Demasiado tarde? El país asiático es responsable, por ejemplo, del consumo del 40% de la producción mundial de cemento y del 31% de la producción mundial de carbón. ¿Cuál es el límite? Imposible de prever. Mientras tanto, los nuevos chinos globalizados siguen comprando, como nunca en su vida. Como nunca se lo imaginó Mao. [/FONT]